La Tierra es redonda, Mercurio es el planeta más caluroso y el Sol es amarillo. Pareciera que estas fueran verdades indiscutibles, conocidas incluso por aquellos que jamás han asistido a clases de astronomía. Pero en realidad, las cosas son un poco diferentes.
A continuación, juntamos para ti algunos mitos comunes y los desmentimos por completo.
Es así y no es así a la vez. La forma de la Tierra cambia constantemente debido al movimiento interminable de las placas litosféricas. Claro que su velocidad es muy baja, en promedio, no supera 5 cm al año, sin embargo, esto afecta “el perfil” de nuestro planeta que es lejano a ser perfectamente redondo.
Aunque, las fotos sensacionales, que supuestamente muestran la auténtica forma de la Tierra, no son nada más que un modelo gravitacional del planeta. Fue creado a base de los datos recibidos de diferentes satélites y no demuestra la verdadera forma de este cuerpo celestial, solo explica las diferencias de la gravedad en distintas partes del planeta.
Existe un mito bastante común que afirma que los rayos del sol solo iluminan un lado de la Luna, mientras que el otro siempre permanece oscuro. Este mito surgió debido a que nuestro satélite siempre está volteado hacia la Tierra del mismo lado mientras que el reverso no se puede observar desde la Tierra.
En realidad, el Sol ilumina y calienta por igual tanto el lado visible como el invisible de la Luna. Lo que sucede es que el tiempo de rotación de la Luna por su eje coincide por completo con el tiempo de rotación del satélite alrededor de la Tierra. Es por eso que sólo podemos observar un hemisferio.
Pareciera que tiene lógica: Mercurio es el planeta más cercano al Sol, por lo tanto, la temperatura en su superficie es mayor que en los demás planetas. Sin embargo, el planeta más “caluroso” del sistema solar es Venus, a pesar de que está ubicado a más de 50 millones de kilómetros más lejos del sol que su vecino cósmico. La temperatura promedio diaria en Mercurio es de aproximadamente 350°C, mientras que en la superficie de Venus llega a casi 480°С.
En realidad, la temperatura en la superficie del planeta depende de la atmósfera. En Mercurio casi no existe, mientras que la atmósfera de Venus consiste casi por completo de dióxido de carbono y es muy densa. Debido a su alta densidad, en la superficie del planeta existe el efecto invernadero fuerte que convierte el planeta en un lugar verdaderamente caliente.
Todos sabemos que la temperatura en la superficie del Sol es muy alta: más de 5.700°C. Por lo tanto, es lógico suponer que nuestro astro celestial arde como un fuego gigante. Sin embargo, no es así. Lo que nosotros percibimos como fuego, en realidad es la energía lumínica y el calor que se emite en el proceso de la reacción termonuclear que transcurre en el núcleo solar.
La reacción termonuclear es la transformación de unos elementos en otros, la cual siempre va de la mano con la liberación de calor y energía lumínica. Atraviesa todas las capas del sol llegando a la última, fotosfera, la cual percibimos como ardiente.
Todo aquel que conoce un poco de astronomía, sabe que el Sol pertenece al grupo de las estrellas denominadas enanos amarillos. Por lo tanto, es lógico suponer que el Sol es de color amarillo. En realidad, como los demás enanos, el Sol es absolutamente blanco. ¿Pero por qué entonces la visión humana lo percibe como amarillo?
Resulta que todo es cuestión de la atmósfera terrestre, la cual solo deja pasar las ondas largas que se ubican en la parte amarilla/roja del espectro. Las ondas cortas de la parte verde/violeta del espectro, las cuales irradia el Sol, se dispersan en la atmósfera de la Tierra. Gracias a este efecto, nuestra estrella principal nos parece amarilla. Sin embargo, si sales de la atmósfera terrestre, el Sol “se pinta” de su color natural.
Este mito proviene de las películas de Hollywood que muestran escenas temibles de cómo la gente muere al salir de la nave espacial.
En realidad, nuestra piel es bastante elástica y es capaz de mantener todos los órganos internos en sus lugares. Las paredes de los vasos sanguíneos protegen la sangre de la ebullición también gracias a su elasticidad. Además de esto, en ausencia de la presión externa -que en el espacio abierto no existe- la temperatura de ebullición de la sangre sube a 46°C, muy por encima de la temperatura del cuerpo humano.
Pero el agua, contenida en las células de la piel, empezará a hervir, y la persona aumentará un poco de tamaño, sin embargo, definitivamente no explotará.
El verdadero motivo de muerte sería la anoxemia, o falta de oxígeno. 15 segundos después de estar en el espacio libre sin escafandra, provocará la pérdida de conocimiento, y 2 minutos después, la muerte.
Otro mito que parece bastante lógico. Todo es sencillo: si el invierno es más frío que el verano, quiere decir que la Tierra se aleja de su estrella. Sin embargo, en realidad, ocurre totalmente lo contrario: en la temporada fría nuestro planeta está a 5 millones de kilómetros más cerca al Sol que en verano. ¿Pero por qué entonces nos cubrimos de mantas en invierno y en verano tomamos el sol?
Lo que sucede es que, además de la rotación alrededor del Sol, la Tierra también gira por su eje, lo cual provoca cambios de día y de noche. El eje que pasa por los polos norte y sur no es perpendicular a la órbita y a la luz del sol que cae sobre ella. De esta manera, la mitad del año la mayor parte del calor solar cae en el hemisfeio sur y, durante la otra mitad, en el hemisferio norte, lo cual provoca el cambio de las estaciones.
Como bien lo sabemos, los inviernos en el hemisferio sur son más calurosos que en el hemisferio norte. La explicación es sencilla: la Tierra se ubica a una distancia más corta al Sol en enero, es decir, cuando en el hemisferio norte reina el invierno.
Fuente: genial.guru