‘Ni con tres vidas que vivieras cumplirías tu condena’

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Carta de la hija de un matrimonio asesinado por Rekarte

Aun sabiendo el dolor que ello me iba a suponer, no pude evitar el pasado domingo ver la entrevista que se le hizo al asesino de mis padres. Jamás me hubiera imaginado que un medio de comunicación aupara así a alguien que ha destrozado a tantas familias por el mero hecho de decir que se arrepiente… ¿Qué país, salvo el nuestro, haría semejante barbaridad? Y todo sin avisarnos a los familiares de sus víctimas de que esto iba a ocurrir. Así, sin más, nos le hemos tenido que encontrar en la TV contando sus “hazañas” que parece ser que son dignas hasta de escribir un libro…

Se atreve a decir que se arrepiente, que nos pide perdón. ¿A quién? ¿Cómo? ¿Así, por televisión? No, perdonen, pero no… A mí, este tipo nunca jamás ha intentado pedirme perdón. Y yo me pregunto: si algún día lo intentara, ¿cómo sería? “Hola, Silvia. Mira, quería pedirte perdón por haber matado a tus padres en lo mejor de sus vidas y por haberos dejado a tu hermano y a ti indefensos ante la vida. Y no sólo durante los 20 años que yo pasé en la cárcel, no, sino para toda vuestra existencia”. Claro, visto así, la verdad que es un poco complicado lo de pedir perdón. Es más fácil escribir un libro y que te lleven por las televisiones como si de un héroe se tratara porque, claro, con 19 años eras tan joven que no sabías lo que hacías.

Pues mira, te voy a contar una cosa. Al poco de que mataras a mis padres, un periodista me preguntó si me gustaría la pena de muerte para vosotros. Supongo que, siendo casi una niña y con el sufrimiento tan insoportable que estábamos padeciendo, esperaba que le contestara que sí. Y no fue así. Le dije que sólo deseaba que te pudrieras en la cárcel acordándote de mis padres durante cada uno de los días que vivieras…

…Pero cuál es mi sorpresa, 23 años después, cuando escucho que te preguntan por sus nombres ¡y ni los sabes! Yo tengo el tuyo grabado a fuego desde el 19 de febrero d e 1992…
…Por un momento trato de ponerme en tu lugar y, si yo hubiera matado a tus hijos y verdaderamente estuviera arrepentida, no sólo sabría sus nombres,me habría interesado por saber qué fue de vuestras vidas y en qué podría ayudar. Pero claro, tú y yo no tenemos nada que ver. Yo jamás habría podido arrebatarte lo que más quieres en tu vida. Ni a ti, ni a nadie…
…Pues bien. Visto que en 23 años no te has molestado en saber sus nombres,te los voy a decir yo: Eutimio y Julia. En nuestra casa, Papá y Mamá…

…Aquel miércoles a las 20 horas, mientras tú decidías si sacar el mando o no, ellos tenían 42 y 43 años. Los mismos que tú ahora, ¿verdad? Mi padre había ido a recoger a mi madre a su trabajo y regresaban a casa para reunirse con sus hijos: con mi hermano Jesús, que dos días antes había cumplido 16 años, y conmigo, Silvia, un poco mayor que él. Éramos demasiado jóvenes para quedarnos solos. Aunque, la verdad, no creo que exista una edad apropiada para ello… Yo llegué a mi casa y me extrañó no ver luz en la cocina. A los cinco minutos sonó el timbre. Era una vecina que, con los ojos llorosos, me pidió que fuera a su casa. Allí estaba mi hermano que, desconcertado por el revuelo y la presencia de la policía, me preguntaba a mí qué era lo que estaba pasando. Pero yo estaba igual de perdida que él. Nos llevaron al hospital donde, finalmente, nos dieron la terrible noticia. El mundo se abrió bajo nuestros pies. ¿Cómo podía ser cierto aquello? Jamás volveríamos a verles, a sentir sus abrazos ni a reír juntos… “¿Quién cuidará de nosotros?”, me preguntaba mi hermano sintiéndose más niño que nunca. Recuerdo intentar tranquilizarle diciéndole que no se preocupara, que yo cuidaría de él. “El lunes volveremos a casa y verás como yo puedo hacerlo”, le dije… ¡¡¡Pero si aún era una niña yo también!!! Recuerdo el silencio tan horroroso que se sentía en casa sin ellos, y el impacto que me causó ver la cena que mi madre había dejado preparada el día en que tú, Iñaki Rekarte, decidiste apretar el botón. Dolor, todo era dolor… y, 23 años después, sigue siendo dolor.

También recuerdo tu detención, estabas acogido en casa de un sacerdote, tremendo sinvergüenza…

…Quise ir al juicio para poner cara a los asesinos de mis padres. tú saliste con el pañuelo de los sanfermines, me miraste, levantaste la mano y gritaste “¡Gora eta!”…

…Y así de vuelta a casa. No le contaba nada de esto a mi hermano, tratando así de evitarle más sufrimiento… Es así como comenzó nuestra nueva vida, una cuesta arriba demasiado dura como para tonterías. Nos has privado de muchos besos, abrazos, Navidades y cumpleaños… Nos has privado de muchas alegrías y también de muchos momentos de pena que sólo pueden ser aliviados por el abrazo cálido y reconfortante de unos padres. Nos has privado de mucha vida… Y no sólo a nosotros. También a sus propios padres, hermanos y ahora nietos. Sí, porque yo, al igual que tú, tengo hijos y también tengo que explicarles las cosas. Y créeme que, si a los mayores nos cuesta, es difícil que unos niños entiendan que el malo no está en la cárcel, sino en un plató de televisión… ¡Qué país éste el nuestro..!

… ¿Y dices que has cumplido tu condena? sí, claro. da gracias a que vives en el paísque vives. Léete la sentencia. Yo lo he hecho varias veces. Espero que la hayas adjuntado en tu libro…

…Ni con tres vidas que vivieras, cumplirías tu condena.

¿Y qué hay de las indemnizaciones que el Estado pagó por ti..?

…Me gustaría pensar que el dinero que recaudes gracias al relato del asesinato de mis padres y del resto de tus víctimas vaya íntegro a las arcas del estado…

…Eso sí podría interpretarlo como un gesto cercano al arrepentimiento.

Tienes una vida completa: has tenido hijos, supongo que habrás plantado un árbol, ahora has escrito un libro y, además, has matado a cuatro personas y herido a muchas más, destrozando así la vida de demasiadas familias…

Serás un ex etarra, pero siempre serás un asesino.

Y aun así, yo no te deseo ningún mal. Espero que vivas todo lo que puedas en compañía de tus seres queridos. Tú, Iñaki, que puedes disfrutar de esta segunda oportunidad que, como bien dices, te ha dado la vida. Pero, por favor, sólo te pido que nos evites el tener que verte y oírte más… pues duele demasiado.

Si a mí me condenaste a hacerlo en el silencio de mi casa, hazlo tú en el silencio de la tuya.




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