El vídeo de un oso polar acariciando a un husky se ha vuelto muy viral en los últimos días, pero la realidad tras las imágenes es bastante más dura de lo que todos quisimos imaginar.
A estas alturas, es muy probable que te hayas topado por Internet un en el que se ve a un oso polar “acariciando” a un perro en Churchill, Canadá.
Las reacciones tanto de los medios como de la gente han sido todas de un pelo: La CBC llamó al oso “el gigante amable”. El Huffington Post elogió lo mona que era la escena. Un usuario de Facebook comentó que “tenemos suerte de ver con nuestros propios ojos como los animales de todo tipo son capaces de amar”. Brian Ladoon, el dueño del perro, dijo que se trataba del “deseo de la naturaleza”.
A priori, todo una maravilla. ¿El problema? Que nuestra mirada humana nos hace interpretar la jugada con un criterio terriblemente equivocado.
Lo que vemos en el vídeo no es un osito dando mimos a un perro: es un depredador jugando con su presa.
Según se ha descubierto después, ese mismo oso mató a uno de los perros de Ladoon justo la semana pasada. Pero, como es consciente del interés que tienen los turistas por ver osos polares, deja a sus perros encadenados en la calle, usándolos como cebo.
Pero, siendo justos, el problema va mucho más allá de las acciones de este tipo. El problema lo tenemos todos: la viralización de este vídeo es una prueba más de lo peligroso que es proyectar la personalidad humana en animales de otras especies.
Debemos contener nuestro impulso de ver a los animales como personas y aceptar su comportamiento sin encaramarles nuestra moralidad humana.
En los últimos 10 años, nuestra manera de acercarnos al mundo animal a través del audiovisual ha cambiado por completo. Hemos pasado de los documentales, en los que se nos muestra la naturaleza tan salvaje y cruda como es, por vídeos de YouTube que nos muestran escenas desconextualizadas y distorsionadas de los animales.
Tal y como explicó Robert Krulwich en la emisora de radio NPR, “Vemos a los animales con un grueso filtro de nuestros propios sentimientos y necesidades. Y nuestra impresión hacia animales como el oso polar ha cambiado de orgulloso y vicioso a delicado, víctima y solitario, que incluso puede necesitar la compañía de un amigo husky o se plantará en tu patio trasero en busca de un abrazo”.
Debemos contener nuestro impulso de ver en los animales todas esas cosas buenas que esperaríamos del resto de personas. Tenemos que aceptar su comportamiento natural sin aplicarles nuestra moralidad humana.
Lo mejor que podemos hacer por ellos es apreciarlos por lo que realmente son y ayudar a conservar el rol único que cada especie juega en el ecosistema del planeta.
Fuente: playgroundmag