- Se llama Marsha, es ‘gringa’ pura, tiene 69 años, fue periodista y ha trabajado para el cine, entre otros con el pro-Trump Clint Eastwood
- ¿Es el comienzo de una gran fuga? Canadá recibió 350.000 peticiones de información para obtener la ciudadanía
“No quiero vivir en un país que tenga a Donald Trump como presidente”. Marsha Scarbrough no titubea. Está convencida. Hace tiempo que la decisión está tomada. “La atmósfera aquí es triste y ya ha empezado a cambiar. Yo quiero ser feliz y en Estados Unidos no podría. Me voy a vivir a Madrid y no creo que vuelva“.
Detrás de sus motivos no hay antepasados ibéricos ni un marido que la esté esperando. Tampoco tiene hijos. El discurso es el de una gringa de pura cepa, que dirían los mexicanos, nacida en Los Ángeles en 1947, de padre granjero oriundo de Iowa. “Republicano de toda la vida”, aclara. Su única excusa es la necesidad de cambiar de aires y sacudirse de encima la presión de un tipo al que no soporta. Lo admite sin tapujos. Se va como exiliada de Trump y su retórica incendiaria.
Aunque no hay recuento oficial ni lo habrá nunca, es la primera que cumple con la amenaza de marcharse. “Hablé ayer con una amiga y le conté lo que iba a hacer. Me dijo que puede que sea la primera, pero que no seré la última“.
Lo cuenta a las siete de la mañana de este miércoles, de camino al aeropuerto de Los Ángeles: se dirige al consulado español en Houston, donde ha estado tramitando sus papeles. En poco más de un mes estará en Madrid. “Conocí España el pasado abril y ya me empezó a seducir. Cuando vi que Trump ganaba las elecciones, supe que había tomado el camino correcto”.
Scarbrough, que en breve cumplirá 70 años, viaja ligero. Tan sólo lleva un pequeño bulto con ruedas como equipaje de mano y un sombrero de paja que no se quita en todo el recorrido. Lleva el pelo corto y completamente gris, sin ganas de recurrir al tinte, sencilla pero con el espíritu aventurero intacto.
Trabajando en Hollywood
Espera grandes cosas de España. “Madrid es una ciudad emocionante, sofisticada y se me hace un lugar fácil para conocer gente. Hice amigos en el poco tiempo que estuve. Y vi a gente pelearse por un taxi a las tres de la mañana. Entonces me dije: “Esto es para mí””.
Antes de decantarse por Madrid se dio una vuelta considerable. Estuvo en Sevilla, Cádiz, Barcelona y Salamanca, tanteando la atmósfera y la cultura de sus gentes. “Me gusta que durante siglos convivieran en paz los musulmanes con los judíos y los cristianos. Creo que son un pueblo tolerante”.
Esta periodista convertida en asistente de dirección en Hollywood durante 20 años -trabajó con Blake Edwards o Clint Eastwood, entre otros-, dice además que lo que más le atrae de los españoles es su hedonismo, o en sus propias palabras, ese “joie de vivre” que tienen. “Les gusta quedarse hasta tarde por la noche, hablar, beber vino. Vuestros políticos puede que estén casi tan locos como los nuestros, pero la gente sigue disfrutando de la vida. Aquí la gente está realmente deprimida“.
Por su nivel de educación es fácil adivinar que podría explayarse sobre el asunto de Trump y hacer tanta sangre como le viniera en gana. Opta, sin embargo, por no alterarse y explicarlo en términos sencillos. “Con su victoria se le ha dado permiso a la gente a liberar el racismo, la xenofobia y la misoginia que llevan dentro. Es demasiado desagradable y peligroso. Creo que todo eso hará cambiar enteramente el tono de la experiencia de Estados Unidos. Es la muerte de valores clave de nuestro país”. Además sospecha que en el proceso hubo gato encerrado. “El hecho de que Trump no fuera capaz de ganar el voto popular se me hace como un golpe de Estado de la derecha”.
Por eso está convencida de que muchos seguirán sus pasos. Y si no lo han hecho, es por los trámites burocráticos. “La gente asume que es sencillo mudarse a otro país, pero el papeleo es extenso. A mí me ha llevado meses y soy consciente de que cada país tiene sus restricciones migratorias”.
Scarbrough reconoce que España no se lo puso fácil. Le pidieron unos ingresos anuales de 25.500 euros y una pila de documentos sobre su salud y su récord criminal. Eso corrió a cargo del FBI. “También tuve que demostrar que no iba a depender del sistema sanitario español y probar que tenía un sitio donde quedarme en Madrid. Una amiga me ha conseguido un cuarto de forma temporal”.
Ahora, ya con el visado en la mano tras dos meses de espera, sólo queda terminar de liquidar lo que le queda en Santa Fe, Nuevo México, la ciudad a la que se mudó hace 10 años cuando Los Ángeles se le puso demasiado cuesta arriba. “He vendido cosas y otras las he regalado. También me deshice de 45 kilos de papel”.
“Votaron por Trump”
Atrás dejará una montaña de amigos, liberales en su mayoría, y dos hermanas con las que no se entiende desde hace años. “Las dos son republicanas. Le dije a una que me iba a vivir a España. No dijo nada. Creo que no le interesa saber de mí. Su nivel de educación es bajo. Supongo que votaron por Trump, pero no lo sé”.
Por delante, Madrid, adonde llegará el 8 de marzo. Ya tiene amigos del ámbito universitario, varios simpatizantes de Podemos, y en su futuro ve arte, clases de español, exposiciones, música, “una vida liberal”. Quizá se apunte a clases de baile, de flamenco. “Trataré además de escribir para periódicos americanos, mantenerme activa. Comer bien, beber vino y quedarme despierta hasta tarde”.
El suyo es un caso aparentemente excepcional que debería haber sido corriente, al menos a tenor de lo cacareado por muchos antes, durante y después de las elecciones. Aquello de que si Trump llegaba a la Casa Blanca significaría un éxodo masivo hacia Canadá y otros lugares se publicó tanto en redes sociales y en distintos medios de comunicación que ahora la realidad sorprende. Ni hay colas en las fronteras para ingresar a los países vecinos ni información precisa sobre cuánta gente ha decidido hacer las maletas para salir del país huyendo del nuevo presidente republicano.
Sí es cierto que el portal del Gobierno de Canadá se colapsó durante unas horas el día de las elecciones americanas ante la avalancha de gente solicitando información para mudarse al país norteamericano, pero en el consulado de Canadá en Los Ángeles no existe dato alguno sobre peticiones de asilo o de inmigración específicamente ligadas al rechazo a Trump.
“Es más una fantasía que una realidad”, asegura a Crónica una fuente ligada a ese consulado que pidió mantener el anonimato. “Si tienes un trabajo en Canadá es un trámite más factible y más rápido que en Estados Unidos, pero en cualquier caso estamos hablando de meses. Es obvio que la gente no se iba a agolpar en la frontera el día después del acto inaugural”.
Lo cierto es que se esperaba mucho más movimiento migratorio. De hecho, en septiembre del año pasado, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, aseguró que estaban listos para acoger hasta 250.000 estadounidenses si Trump salía victorioso. “En el caso de que se produzca un éxodo masivo de ciudadanos americanos, Canadá siempre será un país hospitalario para gente perseguida o huyendo de condiciones difíciles“, indicó. “Hablamos con refugiados de todos aquellos países que viven bajo dictaduras o en situación de persecución”.
Su entonces ministro de Inmigración dijo que esperaba hasta un millón de vecinos del sur llamando a las puertas de su país después de que se registrasen 350.000 peticiones de información para obtener la ciudadanía canadiense. Sucedió a raíz del supermartes electoral de abril. Aquel día Trump dio muestras serias de poder convertirse en el candidato republicano hacia la Casa Blanca.
A esa supuesta avalancha se sumó el ruido de las estrellas de Hollywood, que aseguraron que se marcharían si Trump llegaba a gobernar. Todo ello desde la tranquilidad que proporcionaban la mayoría de las encuestas, que entendían como remota la posibilidad de que el empresario de Queens llegase a coronar su osadía con una victoria.
La lista de los que amenazaron con mudarse fue in crescendo, desde Miley Cyrus hasta Cher y pasando por Bryan Cranston, Whoopi Goldberg o Samuel L. Jackson, firmes en sus intenciones. La más dura fue quizá Lena Dunham, responsable de la serie Girls, al asegurar que sus probabilidades de marcharse a Vancouver eran del 100% si saltaba la sorpresa. Sin embargo, y como todos los demás, no cumplirá con lo dicho. El nuevo discurso pasa ahora por quedarse y hacer frente al hombre que consideran un fascista y un xenófobo.
Una isla canadiense se ofrece
Aunque Vancouver sonó como alternativa para la mayoría de las estrellas interesadas en salir del país, otras partes más remotas del territorio canadiense han aprovechado el tirón del miedo a Trump para hacer su agosto, entre comillas. Cape Breton, una isla gélida y remota al este de Nueva Escocia que lucha por combatir el descenso de su población, ha logrado acaparar la atención de medio mundo después de que un pinchadiscos local, Rob Calabrese, montase una página de internet sugiriendo a los estadounidenses que se mudasen allí.
“Todo empezó como un chiste”, explicaba a un medio local canadiense, una gracia que se ha traducido en una avalancha de peticiones de información desde Estados Unidos. Sin embargo, ni Calabrese ni Destination Cape Breton, una oficina de turismo de la isla, han sido capaces de confirmar que se haya producido la primera mudanza a su territorio de alguien escapando del feroz discurso de Trump.
Marsha Scarbrough es de momento la única convencida de que lejos de Washington estará mucho más contenta. A salvo de Trump en Madrid.
Fuente: elmundo