Cerveceros del mundo, la UNESCO paga la próxima ronda
Primero fueron las danzas turcas. Luego las artesanías peruanas. Y ahora la cerveza ha ganado su lugar en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Dorada, ambarina, negra. Envejecida en tinas de acero o en barriles de madera. Dulces, amargas, ácidas. Servida en copas raras, en vasos o en jarras. Todas las cervezas belgas han sido premiadas por la UNESCO para regocijo de los fanáticos de la bebida espumosa.
¿Pero qué tienen las cervezas belgas que no tienen las demás?
En el país del chocolate, la cerveza es una cultura con 700 años de tradición. Todavía se conservan fábricas de cerveza de hace siglos, como Cantillon en el bruselense barrio de Anderlech, toda una institución que produce la cerveza lambic, una variedad que únicamente se encuentra en Bélgica.
Es tan apreciada porque su fermentación es espontánea y se consigue gracias a un hongo que solo habita en el valle Senne. Podrás reconocerla por su color y sabor.
Enseñar a apreciar y valorar las cervezas es parte de la sabiduría popular belga. Pero no es tarea fácil, puesto que se producen casi 1.500 tipos, existen distintos métodos de fermentación y cada región es popular por una variedad de cerveza. Pilsner, de abadía, trapense, saison,doble, blanca, roja o brut solamente son algunas de las muchas categorías de cerveza belga que se pueden degustar.
Desde la década de los 80, la cerveza artesana goza de la aprovación de santo Arnulfo de Soissons, el patrón de los cerveceros, y del favor de los belgas, que la maridan con comida igual que los vinos y la dan a conocer organizando catas para amateurs y para expertos.
La UNESCO también ha valorado que se use para elaborar más productos, como un queso que se lava con cerveza, una tradición asociada a los monjes trapenses, maestros cerveceros por excelencia que destinan los beneficios de su arte a la caridad.
Además, se ha tenido en cuenta el esfuerzo de los fabricantes para fomentar un consumo responsable y la inversión en nuevas tecnologías que consigan una producción más sostenible.
Fuente: playgroundmag