Ella es mucho más que una Ana Frank con final feliz

Una familia cobijó a Carry Ulreich en la época nazi. Ahora, sus diarios salen a la luz

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Carry Ulreich se llama ahora Carmela Mass. Vive en Israel y es una de las pocas nonagenarias que puede decir haber sobrevivido y documentado el horror nazi en la ciudad portuaria de Holanda, Rotterdam.

Ulreich es más que una Ana Frank con final feliz.

A tan solo un mes de cumplir 93 años, Carry ha añadido una nueva entrada a la historia de la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahora, poco o nada se sabía de cómo vivieron los judíos ortodoxos antes, durante y después de la ocupación nazi en la ciudad holandesa.

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El diario de Ulreich, publicado en Holanda bajo el nombre De noche sueño con la paz, arroja nuevos datos en cuanto a los retos impuestos a la ortodoxia judía y a sus creencias tan arraigadas, cuando Rotterdam fue arrasada en 1940.

En ese momento, Carry solo tenía 16 años y ha acabado siendo una de los 25.000 judíos que se salvaron en Holanda. Cuando las tropas nazis llegaron a la ciudad sumaban más de 300.000.

Ulreich, como Ana, también se escondió de los nazis junto a su familia, cobijándose en casa de unos vecinos que se jugaron la vida.

Ahora, Ulrich a penas puede leer o descifrar su letra de adolescente en aquellos cuadernos amarillentos que describen lo que supuso para su familia coserse la estrella de David en el brazo:

“A mí no me importa (…) me siento muy orgullosa de ser judía (…) papá no piensa igual, no se atreve a salir a la calle y no lo hace (…), cuando mira por la ventana le digo que tenga cuidado de no caerse, porque necesitará una estrella ahí abajo”

Sin embargo, el nuevo testimonio de Carry da luz a algo nuevo: la colisión, aunque positiva, de dos religiones.

Me siento muy orgullosa de ser judía

Zijlmans, la familia que salvó del genocidio a esta superviviente, era católica practicante. Aunque los roces teológicos no crearon enfrentamientos, la pequeña de los Ulrich sí se quedó confundida al tener que comer un plato de comida que no era kosher (no “apto” para los judíos):

“Esta noche hemos cenado conejo asado con mantequilla (…) la primera vez, y ojalá que sea la última, que comemos algo trefá (que no cumple los preceptos religiosos). Y eso que estaba riquísimo. Parecía pollo. ¿Por qué no podemos comer algo así?”

Carry tuvo contacto con la familia Zijlmans hasta el final. De hecho, la familia cedió a los Ulrich una habitación con ventana, mientras que ellos dormían “ en el rincón de las patatas y sin ventilación“, declaró la nonageneria en una rueda de prensa.

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Durante los tres años que la familia Ulrich estuvo escondida en esa casa, tuvieron que soportar razias de los nazis y un silencio sepulcral cuando los dueños de la casa se iban a misa. Todo se paralizaba en ese momento.

¿Por qué no podemos comer algo así?

Cuando la pesadilla terminó —aunque ya nadie lo olvidaría jamás— ambas familias siguieron manteniendo el contacto, incluso cuando Carry se marchó a Israel en 1946, a solo dos años de declararse su independencia.

“Por las noches no sueño con la guerra sino con la paz, con gentes que regresan de Polonia y voy a buscar al tren (…) después vienen con nosotros a Palestina”

Carry Ulrich acabó casándose con Jonathan Mass, un miembro británico de la Brigada Judía que ayudó a los judíos de Holanda a recoger los pedazos rotos de sus vidas. Ahora vive al sur de Tel Aviv y, a pesar de que nunca pensó en publicar sus diarios, su hijo no quiso que su historia quedase solo para la familia.

Hoy, Carmela Mass, aquella mujer que un día parecía destinada a desaparecer, dibuja al fin en su rostro un final feliz.

Por las noches no sueño con la guerra sino con la paz

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Fuente: playgroundmag



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