El anticonceptivo femenino que todos quieren ocultarte…

Se inventó en el siglo XIX y aún se vende en farmacias.

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Cuando se trata de sexo, a las mujeres nos gustan los preliminares. Pero cuando hablamos de reproducción es mejor ir al grano, así que allá voy: hay un anticonceptivo femenino que el sistema de salud oculta, por sistema, a las nuevas generaciones. Es muy barato, liberador y, por desgracia, semiclandestino.

Todo empezó hace unos meses, cuando mi amiga Silvia, de 28 años, decidió que estaba harta de tomar anticonceptivos hormonales teniendo pareja estable: “Estaba cansada de la pastillita diaria y del aro, llevo años contaminando mi cuerpo. Los condones son muy caros y limitan el placer, quería algo natural”.

Silvia recordó que su madre siempre había utilizado un método extraño: un círculo de silicona rosa que guardaba con celo en una cajita de sombra de ojos que, en realidad, contenía polvos de talco: “Me dijo que ella lo había usado toda la vida, que le había funcionado a la perfección, y eso que era muy fértil”.

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Silvia y su madre pidieron cita con la comadrona de la sanidad pública. La respuesta fue condundente: “Uf, el diafragma lo dimos muy por encima en la carrera. Diría que es un método obsoleto, ni siquiera creo que se venda”.

Mi amiga y su madre lo intentaron en una clínica privada y la reacción fue peor: “Me dijo: ‘¿Es que quieres quedarte embarazada? Le recomendaría el diafragma a quien no le importase que fallara en algún momento’. Obviamente, me entró miedo”.

Al salir de la clínica, la madre de Silvia señaló una farmacia, y se dirigieron hacia ella:

–Buenas tardes, ¿venden diafragmas? 

–Claro, ¿de qué tamaño lo quiere? También hay varios materiales.

La ginecóloga contrabandista

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Silvia empezó a investigar y halló una respuesta a todas sus preguntas: “Me enteré de que una ginecóloga de Barcelona recibe a mujeres interesadas en el diafragma, lo hace gratis en sus ratos libres. Desde que fui empecé a utilizarlo y me va perfecto”.

Esa doctora se llama Rosa Almirall y su activismo por la liberación de la sexualidad femenina libre viene de lejos, de cuando ella era estudiante de medicina y Franco aún vivía. Se ríe cuando le digo que es una ginecóloga clandestina, pero no lo niega:

“En 1973 los anticonceptivos eran ilegales, recetarlos podía costarte la inhabilitación como médico. El sida aún no existía (los primeros casos aparecieron en los años 80), y los condones estaban estigmatizados: si un hombre iba a comprarlos a la farmacia significaba que iba a acostarse con una prostituta. Las miradas eran acusatorias”.

Traíamos diafragmas desde Inglaterra, decíamos que eran tetinas de biberón para pasar la frontera

Almirall conoció a un grupo de mujeres de distintas disciplinas sanitarias que intentaban extender los anticonceptivos, y se sintió inmediatamente atraída: “Se llamaban DAIA (Dones per l’Autononeixement i l’Anticoncepció), muchas mujeres acudían a ellas y las ayudaban a abortar en clínicas europeas“.

El grupo, pionero en desobediencia civil femenina, estaba en contacto con otras células de mujeres: “Contactamos con gente de Inglaterra y Holanda y conocimos el diafragma. No sabíamos colocárnoslo, así que nos bajábamos las bragas y experimentábamos con algunos folletos de instrucciones”.

Entonces DAIA empezó a venderlos, y Rosa Amirall, a hacer “contrabando” desde Inglaterra: “Decíamos que eran tetinas de biberón para pasar la frontera. Después los vendíamos y así financiábamos nuestras charlas y actividades”.

Definición y manual de uso

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“El diafragma es un método anticonceptivo de barrera, un círculo de silicona con un aro de refuerzo. Se pliega y se coloca en el fondo de la vagina, donde se abre tapando el cuello del útero. Antes de introducirlo hay que ponerle un poco de crema espermicida. Si algún espermatozoide logra sobrevivir a la crema, se encontrará con un muro infranqueable”.

Correctamente usado, el diafragma tiene una efectividad del 95%. Precio: unos 50 euros.

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“No se nota que lo llevas puesto, tu pareja tampoco lo nota. Puedes esperar hasta el último momento antes del coito para ponértelo, y puedes tener varios coitos hasta varias horas después”.

Almirall asegura que este método es una buena opción para las mujeres que no desean utilizar anticonceptivos hormonales y tienen una pareja sexual estable. Es importante dejar claro que el diafragma NO protege de las enfermedades de transmisión sexual.

Mantenimiento: sólo es necesario lavarlo con jabón, secarlo bien y guardarlo en una caja con polvos de talco. “Puede durar muchos años si lo cuidas bien”.

Amor y desinterés

“A principios de 2012 escribí un post sobre el diafragma en mi blog . Me escribieron varias mujeres, incluso desde fuera de España. Estaban muy sorprendidas, no sabían que existía esta opción y las que lo sabían tenían muchas dificultades para encontrar asesoramiento”.

Desde entonces, Almirall atiende a las mujeres que contactan con ella en su consulta en un ambulatorio del distrito barcelonés de Sants. De alguna forma, ha vuelto a ser la activista que se movía en la clandestinidad: “Para su buen uso, es esencial que alguien te enseñe a ponértelo, yo no tengo problema en hacerlo: estoy enamorada del diafragma, me ha servido toda la vida”.

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Si es legal y se vende en farmacias, ¿por qué en pleno siglo XXI las mujeres que quieren informarse encuentran silencios y obstáculos?

Hay varios motivos: “Desde que aparecieron los primeros casos de sida, se potencia el uso del preservativo, y cuando se legalizaron los anticonceptivos, las hormonas ganaron la partida. Pensábamos que no ocurriría, pero el diafragma cayó en el olvido”.

 El diafragma es visto como un sistemas troglodita impropio de las mujeres modernas

Las empresas que lo comercializan no han dado a conocer el diafragma a los profesionales. En cambio, “los fabricantes de dispositivos hormonales y e intrauterinos (DIU) pagan congresos, hay beneficio económico directo al optar por ellos”.

Para Almirall, la explicación principal es la ignorancia y el desinterés de sus colegas de profesión: “Los ginecólogos sólo ven cuatro métodos: hormonas, preservativo, DIU y ligadura de trompas. El resto son vistos como sistemas trogloditas impropios de las mujeres modernas. No saben ni lo que es, y no tienen interés en aprenderlo”.

“Tengo compañeras ginecólogas que nunca pondrán un DIU porque a ellas no les fue bien. Ellas no pueden negárselo a una paciente y decirle que le irá mal: para mí eso es terrorismo médico”. Liberación de silicona.

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Almirall es partidaria de que las mujeres probemos todos los métodos que existen y elijamos el que “vivimos y sentimos mejor”. Para ella, la faceta más poderosa del diafragma es que propicia la libertad sexual femenina:

“La chica no tiene que negociar con el chico para que se ponga el preservativo, para muchas no es fácil. Con el diafragma ella marca el ritmo y decide sobre su propio cuerpo, se libera del miedo al embarazo y al mismo tiempo tiene el control”.

También favorece los juegos sexuales más allá del pene: “Cuando el hombre se coloca el preservativo tiene que buscar necesariamente la eyaculación, porque si no hay que usar otro. Con el este método el sexo deja de girar alrededor de la erección masculina y se vuelve más rico y excitante”.

La anticoncepción no es una enfermedad, el médico no puede imponer un tratamiento

En conclusión, parece ser que la libertad reproductiva femenina depende del entusiasmo y la motivación del médico de turno: ocultar información sobre métodos anticonceptivos o provocar miedo infundado hacia sistemas como el diafragma no es justo.

“Hay muchos profesionales anclados en la autoridad, en el ‘yo decido por ti’. Siempre hemos sido una clase con poder que pide obediencia. Pero la anticoncepción no es una enfermedad, el médico no puede imponer un tratamiento”.

Almirall empezó el su blog Trótula Crítica porque, después de tantos años de activismo en planificación familiar, no cree que exista una ginecología crítica ni mucho menos feminista. Ha decidido prestar su escaso tiempo a la minoría de mujeres que busca otro tipo de recetas.

Trótula Ruggiero fue la primera mujer en escribir un tratado de ginecología, obstetricia y puericultura en el siglo XI

Trótula Ruggiero, la inspiración de Almirall, fue la primera mujer en escribir un tratado de ginecología, obstetricia y puericultura en el siglo XI. “Poco se sabe sobre ella, murió sin gloria en Salerno mientras la historia se fijaba en las batallas de los soldados de Cristo”.

De sus escritos se deriva que Trótula no creía en el cuchillo, sí en las manos, las hierbas y el oído, y que las mujeres le confiaban secretos y asuntos delicados: “Ellas no se atreven a mostrar ante un médico hombre, por pudor y por innata reserva, sus partes íntimas”.

Las mujeres abrieron a Trótula su alma, y ella se convirtió en una confesora de cuerpos.

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La libertad de las mujeres no necesita receta

Fuente: playgroundmag




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