Un nuevo estudio científico viene a reforzar lo que las mujeres llevan años diciendo.
No podía aguantarlo más. Sentía que había perdido la cabeza. Mi esqueleto desgarraba mis músculos. Mi piel se había vuelto demasiado fina para protegerme del mundo exterior. Todo me afectaba. Me odiaba a mí misma, me sentía inútil y no paraba de tener ataques de pánico. Llegué a tener pensamientos suicidas”.
Es fácil encontrar cientos de foros y webs con testimonios sobre los efectos mentales y físicos que padecen a diario miles de mujeres que toman la píldora. Y, sin embargo, la realidad es que existen pocos estudios médicos que aborden el tema.
El último de esos estudios, conducido por el Instituto Karolinska de Esrocolmo —uno de los centros médicos más prestigiosos de Europa—, acaba de ser publicado.
Y sus conclusiones confirman lo que muchas mujeres ya saben: “El estudio demuestra una reducción estadísticamente significativa en el bienestar general de mujeres sanas tomando contraceptivos orales en comparación con placebo”.
El estudio demuestra una reducción estadísticamente significativa en el bienestar general de mujeres sanas tomando contraceptivos orales en comparación con placebo”
En el experimento a doble ciego participaron 340 mujeres de edades comprendidas entre los 18 y los 35 años. De manera anónima y aleatoria, a unas se les administró placebo mientras otras tomaban píldoras anticonceptivas reales a base de etinilestradiol y levonorgestrel, “la forma más común de píldora en Suecia y muchos otros países”, especifican los autores del estudio.
Nadie, ni los individuos participantes ni los científicos, sabía quién pertenecía al grupo de control (y recibía placebos) y quién al grupo experimental hasta después de concluido el estudio. De esa manera se eliminan los posibles sesgos subjetivos de unos y otros.
Al analizar los datos se comprobó que las mujeres del grupo experimental (las que estaban tomando anticonceptivos reales) estimaban de manera más negativa su estado y su calidad de vida en relación a aspectos como el estado de ánimo, el bienestar físico general, su nivel de energía y el autocontrol.
Al concluir el experimento, las mujeres a las que se les había administrado anticonceptivos orales estimaban de manera más negativa su estado y su calidad de vida en relación a aspectos como el estado de ánimo, el bienestar físico general, su nivel de energía y el autocontrol
Sorprendentemente, el estudio no mostró un aumento significativo de síntomas depresivos entre las mujeres a las que se administró la píldora. Y decimos “sorprendente”, porque, más allá de testimonios como el de Vicky Spratt, otros estudios recientes sí han encontrado esa relación entre píldora y salud mental.
Por ejemplo, a finales del pasado año, una investigación conducida por investigadores de la Universidad de Copenhague y publicada en JAMA, la revista de la Asociación Médica Estadounidense, encontró una correlación significativa entre el uso de anticonceptivos hormonales y el diagnóstico de trastornos depresivos, especialmente en adolescentes.
El año pasado una investigación conducida por investigadores de la Universidad de Copenhague encontró una correlación significativa entre el uso de anticonceptivos hormonales y el diagnóstico de trastornos depresivos, especialmente en adolescentes
“A pesar del hecho de que 100 millones de mujeres de todo el mundo usan píldoras anticonceptivas, aún hoy sabemos sorprendentemente poco sobre los efectos de la píldora sobre la salud de las mujeres”, escribe Angelica Lindén Hirschberg, una de las investigadoras del Instituto Karolinska.
“Sabemos que la píldora es extremadamente eficiente y sabemos muchos sobre riesgos como la posibilidad de sufrir trombosis, pero sus efectos sobre ‘valores secundarios’ como la calidad de vida, el bienestar o la depresión son mucho menos conocidos”, explica la doctora.
Hacen falta más estudios que aborden esa relación. Porque, como dice en la conclusión del estudio la gente del Karolinska, una reducción en el bienestar general de millones de mujeres debería ser considerada de importancia clínica.
Fuente: playgroundmag